La aparición de los mandos a distancia para abrir los coches no hizo desaparecer las llaves físicas que siguen escondidas en el interior del automóvil por si alguna vez fallan o simplemente se quedan sin pilas. El pago por el móvil tampoco va hacer desaparecer las tarjetas de crédito, que seguirán existiendo, si bien casi nunca saldrán de la cartera.
 

Eso es al menos lo que piensa la banca española que confía en que sea este el año del despegue definitivo del teléfono móvil como medio de pago. En las últimas semanas se ha puesto en marcha en España el sistema Samsung Pay, algunos gigantes de la distribución como Inditex han anunciado que permitirán el pago con el móvil en sus tiendas al tiempo que casi todos los bancos han lanzado sus propias aplicaciones de pago por contacto.
 

Mireia López, directora de desarrollo de producto de medios de pago de CaixaBank, cree que este año puede ser el del despegue definitivo del pago por el móvil por la extensión del uso de los smartphones y porque se ha popularizado con rapidez el uso de las tarjetas sin contacto. “El escenario es perfecto para que despegue el pago por móvil”, dice López.
 

“Hace años que lanzamos los sistemas de pago por móvil en el mercado pero la gente no lo utilizaba porque la tecnología no se había extendido”, dice el director de banca de particulares de Banco Sabadell, Albert Figueras. En cambio ahora cada vez hay más teléfonos que incorporan el chip NFC que permite utilizar el móvil como una tarjeta contactless con el POS. Según datos de Visa correspondientes al 2015, el número de transacciones realizadas con tarjetas contactless es de 136 millones, el equivalente a un 7% del total. España es el principal mercado de este tipo de tarjetas. Según datos de CaixaBank, sólo la entidad catalana gestiona el 16% de todas las compras hechas con esta tecnología en Europa.
 

Estas tarjetas permiten pagar la compra acercando la tarjeta de crédito o débito al POS sin tener que introducirla en ninguna ranura. “Una vez que se populariza el pago con contactless es casi automático pasar al uso del móvil para pagar”, añade Figueras.
 

La razón es que el sistema es muy parecido al de las tarjetas. Tanto en el caso de Samsung Pay como de las diferentes aplicaciones de los bancos, el cliente sólo debe abrir la aplicación en el móvil y acercar el terminal al POS y el pago está realizado. En el caso de que el importe sea superior a los 20 euros el cliente deberá anotar el número secreto en el POS como con las tarjetas.
 

Miguel Ángel Pozuelo, director de desarrollo de negocio de medios de pago de CaixaBank, explica que la gran diferencia entre pagar con tarjeta y con el móvil es que con el smartphone “puedes actuar sobre el pago y fraccionarlo por ejemplo de manera automática”.

 

El sistema que se acabará imponiendo en el futuro es una incógnita, como sucede con todo lo que tiene que ver con la tecnología. Ha habido fracasos en el pasado como las experiencias de Iupay o de Yaap Móvil. Tampoco se sabe “cuál será el estándar de tecnología que se acabará imponiendo”, explica López.
 

Lo primero que marcará el futuro es saber si el cliente optará por utilizar plataformas de pago de fabricantes de móviles, software u operadores como Samsung, Apple, Google Vodafone o bien optará por las sistemas de los bancos. La ventaja de modelos como los de Samsung Pay es que el cliente puede tener en una misma aplicación tarjetas de diferentes entidades e incluso tarjetas de fidelización no bancarias. El problema es que si cambia de marca de móvil pierde la plataforma. Apple y Google también negocian con las entidades españolas y el sector especula con que aterricen en España a finales de año o principios del siguiente.
 

La segunda incógnita es saber si tendrán éxito los modelos de plataformas propias de comercios como las anunciadas por Inditex o la de Carrefour. En estos sistemas, el pago no es tan automático como con las tarjetas contactless o con las plataformas de los bancos o de Samsung Pay. El cliente captura con el móvil un código y se genera una orden que el cliente debe validar.
 

Fuente: La Vanguardia, España